Tiene 14 años y se llama Hope.
Su madre le puso así intentando que de esta forma todo el
cosmos enviara esa vibración a la vida de su hija. No la llegará a ver crecer.
Un día le dicen que la van a llevar a Europa. Que allí ya trabajará en un bar o si tiene
suerte de modelo, hay muchas chicas como ella trabajando de modelos.
Lo que nunca sabrá (aunque lo sospeche) es que su padre le
ha vendido por una cantidad para nosotros irrisoria que quizás le sirve al
resto de familia para comer el próximo mes y lo que es mejor aún, tiene una
boca menos que alimentar. Hope además, tiene un ojo mas pequeño que el otro y
es de difícil casar.
En un ritual que los blancos no logramos entender le hacen jurar a la chica que no dirá nada de lo que verá y sabrá a partir de
ahora; que siempre estará en deuda con esa gente que le va a ayudar a llegar a
Europa; y si no, cosas terribles pueden llegar a pasarles a su familia, a su
buen padre.
Cruza fronteras desde Nigeria hasta el Líbano. Dentro de
furgones y camiones. De vez en cuando se espabila del
narcótico que le dan para que no esté nerviosa, ni grite, ni llore; y encuentra
a un compañero o compañera muerta a su lado que no ha sobrevivido al calor, la
sed o el hambre que hay en la oscuridad de las cabinas de transporte. A veces son desconocidos, a veces son vecinos
de su aldea. Se habla poco o nada con
los demás.
En el Líbano vive paciente en un campamento de chabolas de
cientos de personas esperando su momento. Allí se enamora y hace el amor por
primera vez.
Una noche vienen a despertarla, sabe que es su momento, coge una bolsa de plástico en la que tiene alguna que otra pertenencia y parte en la noche hacia la playa.
Por el camino unos policías se cobran el peaje de su
cuerpo, pero eso es lo de menos. Ya está
muy cerca y encima esa buena gente que procura por su meta le han regalado un
móvil con el que ponerse en contacto con un “familiar” en tierra firme.
Sube en la balsa con unas 80 personas, más o menos. No puede
saberlo. Una chica más joven que ella
justo en el momento de partir grita muerta de miedo presintiendo la muerte, el
capataz de la patera le pone un machete en el cuello y deja muy claro al grupo
que no está para contratiempos.
El mar es aterrador en la noche. (Esto es lo que más destacan cada una de las personas que narran su viaje migratorio).
La segunda noche en la mar, la barca vuelca, Hope consigue
no morir ahogada asida a un salvavidas que no le había tocado a ella. La
encuentran a la deriva con medio cuerpo quemado por el salitre y el sol. Tendrá esas cicatrices de por vida junto a
muchas otras.
La llevan a un hospital de Beirut y allí se permite llorar
durante horas. Le dicen que ha perdido el bebé del que estaba embarazada.
Vuelve a la casilla de salida, a esperar su turno de nuevo.
Esta vez llegará a tierra prometida. Europa es gris y sucia. Desde Italia
distribuyen a las niñas donde pueden dar más rendimiento, donde la demanda es
más insaciable y menos perseguida.
A ella la envían a Barcelona. Su destino es ser puta en una ciudad de puteros.
Tienen mucho trabajo y “su tía”, así le llama ella y todas
las demás, le pega gritándole fea ya que ella no consigue clientes.
Una noche escucha como las chicas nerviosas se van diciendo
entre dientes “cuidado, son policías secretas”. Hope es muy lista y haciéndose la tonta se
aproxima al coche y dice las palabras más valientes que formulará en toda su
vida:
- Soy menor, ayudadme- .