Hace días que te estoy regalando mis sueños.
Con alevosía y nocturnidad.
En silencio los dejo caer por el precipicio de la almohada. Llegan rodando a la comisura de tu boca, y al entrar en ella, te hacen sonreír.
Y un día me regalarás tus sueños, pensando que son tuyos, pero no serán más que los míos regurgitados.