jueves, 24 de enero de 2008
Escrito en una servilleta.
Alientos reciclados que pasan de boca en boca.
Cuerpos grises, húmedos, redondeados por la mano que los toca incesantemente.
El jefe indio que presume de sabiduría incrustada en las arrugas consulta el fuego y le dice que no ve nada. Oráculo de pacotilla.
La luz se consume. La energía se agota.
El sudor caliente se evapora cuando surca el vello inexistente, que como tal, no se puede erizar.
Respiración reclinada sobre nucas, dedos que poco abarcan.
Ella quiere algo, y ese algo se queda distraído bajo las hojas verdes de los árboles más altos. Al fin y al cabo, las crisálidas son sarcófagos frágiles.
Hace mil días que vaga, intentando no pisar los cuerpos desnudos que pueblan el camino.
Ya no hay motivos.
El aliento está gastado.
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