jueves, 1 de mayo de 2025

Ben y Lori

Bajo el cielo basto e inmóvil,

Ben y Lori caminan entre ruinas cubiertas de musgo, como si el tiempo no pudiera tocarlos.

Nadie, ni ellos, recordaban cuándo habían empezado a amarse; tal vez fue en un pueblo anciano fronterizo, bajo el mar, en un transporte público de extrarradio o en un jardín olvidado. 


Ben, de rizos retorcidos y desprecio al tiempo, llevaba siempre un reloj sin manillas. 

Lori, con los cabellos azotados en viento antiguo, sostenía en sus manos una llave oxidada que guardaba recuerdos perdidos. 


Eran eternos no porque vencieran la muerte, sino porque su amor había aprendido a existir fuera de ella.

A veces sus rostros cambiaban —jóvenes, viejos, transparentes—, pero sus ojos y sus dedos seguían buscándose como en la primera vez.

En cada latido del universo, en cada rendija del mundo, se reencontraban.

Y cada vez, Ben le susurraba:

—No importa cuánto cambie el mundo. Siempre sabré encontrarte.


Lori sonreía, con esa sonrisa que había derribado imperios y salvado reinos solo para perderlos de nuevo.

—Estoy aquí —decía, mientras la eternidad pasaba rozándoles los labios.


sábado, 4 de enero de 2025

Les bruixes es pentinen

No puedo estar todas las noches así, asfixiada en mi propio asco. 
Estoy en el punto álgido de mi patetismo personal, sentada en el extremo de un gran sofá chaiselong, como si molestara al mismísimo vacío. Y para rematar, de toda la oferta cinematográfica, lo que elijo es un musical romántico.

Lo peor de todo es,  que prefiero esta cita de mierda conmigo misma, mutilando mis deseos de ponerme a escribir de verdad, en vez de ponerme con el cuento que se titula como esta entrada. 
Algún día, cuando tenga la cabeza  en su sitio, lo haré.

Mientras veo la película que no estoy viendo, pienso. Pienso ya no en arborescente, pienso en espiral. 

Hace un tiempo, construimos un mundo para nosotros. Fue mi obra magna de fantasía. A medida. 
Fue una creación tan perfecta que, muchas veces nos hemos preguntado si existimos. La razón indica que nos hemos inventado.

- Existes-. Repito. 
Pero parecen más saciantes las vibraciones invisibles de las yemas de los dedos que la carne de verdad.

Ojalá con la mente tuviéramos bastante. Me llenaría solo con la idea impalpable de tu existencia. E irradiaría luz. Se me saldría a borbotones por las encías retraídas, por los ojos que sonríen, por las marcas de los calcetines que aprietan. 

Eso ha pasado. Sé con seguridad que pasó. 
Y bastaba.