domingo, 27 de agosto de 2023

Fenaquistoscopio

 Ellos eran creadores de mundos. 

Se encerraban en las golfas de las casas y,  mientras comían jamón del bueno y queso del regular sobre la cama,  hacían que el mundo que veían los demás dejara de existir.  

El tejado de barro y las vigas de madera desaparecían sobre sus cabezas y aparecía un cielo nocturno de color azul brillante con constelaciones en movimiento.   

- Fe-na-quis-tis-co-pio-. 

Ella chasqueó la lengua a cada silaba de la nueva palabra que él  le había regalado esa noche y entonces, las estrellas comenzaron a moverse lentas, dando vueltas por la cúpula celeste. 

A cambio de ese juguete óptico, ella le explicó historias moviendo las constelaciones cual títeres convirtiendo el techo en un retablo de las maravillas. 

Agacharon la cabeza para que la gran osa blanca que paseaba perezosa con su osezno detrás no les llenara la cabeza de escarcha. Cuando pasó a explicar la historia de Casiopea, le pidió a él que creara a Ceto pues siempre imaginaba los mejores seres deformados,  ella solo los soñaba. 

Y conforme avanzaba la historia y la habitación se llenaba de amazonas, andrómedas y cisnes titánicos, ellos tenían cada vez más ganas de estar solos los dos otra vez, así que mandaron a la protagonista a permanecer con la cabeza fuera del tiempo, como dioses que jugaban a ser,  y las tejas y las vigas volvieron  a darles cobijo de madriguera.

Como siempre, sus cuerpos se encendieron para apagar sus mentes. 

Para hacer descansar el mundo. 

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