domingo, 30 de junio de 2024

Como pez fuera del agua


Avanza por encima del mar un pez de un poco menos de dos metros, transparente y viscoso. 

No puede respirar.

No puede respirar.

Boquea al aire. Empuja con sus aletas la humedad queriendo meterla en las branquias. 

Con la musculatura del lomo intenta arquearse hasta el agua. Está a escasos metros ahí abajo. Pero su cuerpo y el mar son como dos polos magnéticos opuestos (la verdad es que siempre lo fueron). 

Intenta pensar qué siente. 

Se siente ridícula, sola, utilizada, triste, frustrada.

Contrariada. 

Siente que le va a reventar su pequeño y feo corazón por la presión.  

Siente la sangre nerviosa y ácida resbalando debajo de sus escamas. 

Siente dolor en  todos los pliegues del interior de la boca de la tensión. 

Quiso salir del agua y se sintió especial por haberlo hecho. Pero, por qué no podía pensar en las cosas esenciales de la vida como todo hijo de vecino. Cosas tan básicas como que era un pez. 

Y los peces no pueden hacer según que cosas. Eso lo sabe todo el mundo, incluso ella lo sabía, pero saltó hacia afuera quedándose suspendida en su puta fantasía. 

Y ahora no puede respirar,

y boquea angustiada, mirando con los ojos bien redondos hacia el mismo sitio de siempre.

Un punto indefinido y eterno entre el mar y el cielo. 

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