martes, 6 de octubre de 2009

Los muertos no se deben guardar.


Llegó con sus zapatos, los de las ocasiones especiales.
Era él.
Y llegó con la sombra helada y el pensar dormido.

En su boca, una sonrisa a medio dibujar, unos labios que nunca decían nada nuevo.
No había ni una sola emoción que asomara de sus ojos que me conmoviera o inquietara.
Ambulaba por el piso y yo a veces le acompañaba en sus pasos absortos. Pero siempre intentaba esquivar el encuentro con su cara. Esa cara que yo había amado y que era mía.


Era él y había vuelto.
Y estaba a mi lado para recordarme para siempre lo sola que me había quedado.




Inspirado en:



3 comentarios:

MO RANSAR dijo...

me encantan estos microrelatos, se te da realmente bien chica..
este en especial me recodo un poema de Oliverio Girondo que colgue este verano...
http://rosadonihilismo.blogspot.com/2009/07/visita.html

un saludo divergenta

MO RANSAR dijo...

wow!
vamos...que más vale apechugar...no?
de quien era ese texto?
las fotos si, son mias, casi siempre, cuando no lo son lo especifico debajo :)

Anónimo dijo...

diriamos que es una especie de necrosis. "muerte celular dentro de un tejido vivo"

todo muere. sí.

salud-saludos