Nunca antes me he sentido más guapa y más insegura a la vez. O quizás sí, pero hace tantos años, décadas, que ya no recordaba la sensación.
Mirar la cadencia de mis pies avanzando me entusiasma porque avanzo!. Veo juguetear mi vestido a cada paso. Soy una niña jugando a ser una mujer en el prostíbulo del oeste. Somos las chicas pistoleras. Rubias y morenas.
Las caderas marchan bamboleantes, son unas BoxPok post soviéticas.
Cada vez que mi cabellera vacila, se pulverizan en el ambiente feromonas como si fuera la mismísima primavera en carne, huesos y zapatillas deportivas.
Soy Perséfone, soy Kore, soy Flora, soy Maia, soy Ostara, soy Brigid.
Y todas avanzamos como un ferrocarril, imparables, titánicas, con el vientre rugiendo, con la frente alta, felices.
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