Con la humedad
de sus sueños, fabrica un mar.
Un mar donde se
teje la historia de su mundo oculto.
Un mar con olas
como lenguas que lamen los bordes de la realidad.
Un mar de
deseos.
Lleva años
ensimismado con ese mar al que quiere volver cuando es de día; cuando el espejo
del mundo le recuerda que no es un chico; cuando recuerda que por la mañana, el
soñar duele.
Antes de que
pueda preverlo, una noche
se da cuenta que
no tiene donde asirse a la realidad.
Sus sueños
placenteros ahora se arremolinan amenazándolo a llevárselo a un sitio profundo
donde habitan la Nada, la Verdad y la Soledad en compañía.
Las aguas le
llegan hasta el cuello y tiene miedo que las tres se le metan dentro por la
boca.
Ya no quiere
respirar.
Se encuentra
perdido y agotado de chapotear en la inmensidad de sus líos.
De repente,
en medio de la
oscuridad de sus noches,
se acerca una
lucecita.
Es un pequeño
faro en una barca blanca.
Tiene el nombre
de Anna escrito en la popa.
La barca le
dice:
-Sube, llevo
mucho tiempo sin escuchar cuentos hermosos de marineros".
Y él, empapado
de sus sueños,
descansa por fin
tranquilo con los pies descalzos sobre la barca,
sin miedo a hundirse.
Sin miedo a nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario