Estoy en el punto álgido de mi patetismo personal, sentada en el extremo de un gran sofá chaiselong, como si molestara al mismísimo vacío. Y para rematar, de toda la oferta cinematográfica, lo que elijo es un musical romántico.
Lo peor de todo es, que prefiero esta cita de mierda conmigo misma, mutilando mis deseos de ponerme a escribir de verdad, en vez de ponerme con el cuento que se titula como esta entrada.
Algún día, cuando tenga la cabeza en su sitio, lo haré.
Mientras veo la película que no estoy viendo, pienso. Pienso ya no en arborescente, pienso en espiral.
Hace un tiempo, construimos un mundo para nosotros. Fue mi obra magna de fantasía. A medida.
Fue una creación tan perfecta que, muchas veces nos hemos preguntado si existimos. La razón indica que nos hemos inventado.
- Existes-. Repito.
Pero parecen más saciantes las vibraciones invisibles de las yemas de los dedos que la carne de verdad.
Ojalá con la mente tuviéramos bastante. Me llenaría solo con la idea impalpable de tu existencia. E irradiaría luz. Se me saldría a borbotones por las encías retraídas, por los ojos que sonríen, por las marcas de los calcetines que aprietan.
Eso ha pasado. Sé con seguridad que pasó.
Y bastaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario