domingo, 14 de mayo de 2023

Mirarle.

Cuando dibujaba o leía concentraba todo su cosmos, su caos se hacía línea recta. Su magnetismo hipnotizante desaparecía como si se desactivara un campo de fuerza invisible. Una burbuja de jabón hecha de realismo mágico explotaba. Pluf. 

Entonces en esos segundos que  mi percepción del tiempo estiraba todo lo posible, podía observarle con atención. 

Escudriñaba todos los surcos, erupciones, líneas, poros de su cara. 
Y siempre, siempre, me sorprendía, como si la persona que estuviera delante fuera alguien nuevo al que no había visto en mi vida. 
Porque efectivamente a efectos prácticos era bastante así. 

De puntillas pasaba por mi mente la idea de que ese rostro había sido joven y no había sido mío. 
Recordaba que no podía recordarle.  
Y con esa amargura, la boca del estómago se me empequeñecía y era como si mi aparato digestivo hiciera vacío. 

De repente, él levantaba la mirada dirección a mis ojos. Diciéndome cosas que me gustaba escuchar y haciendo que mis ideas trotaran y cayeran rodando como croquetas por una ladera de césped mullido.  
Con las cejas en forma de tejado de Hobbit, los ojos amables y sonrientes, la nariz de un mundo lejano, los dientes de chaval, me hacía volver a olvidar que no era mío ni nunca lo había sido. 

No hay comentarios: