martes, 23 de octubre de 2007

Cuando hablo.... (2ª parte)



A mi pajarillo lo encontré hace tiempo cuándo me dedicaba a caminar.
Caminaba por senderos,
caminaba por las calles, paseaba por mi vida
sin ninguna pregunta que hacerme en el camino.
Caminaba y punto.


Era primavera y me pareció oír un llanto
débil y lejano,
tan lejano que estuve a punto de pisarlo con el pié.

Tan pequeño.

Lo cogí entre mis manos
con mucho, mucho cuidado,
temiendo que con cualquier gesto no meditado
podría romper esos casi inexistentes huesecillos.

Lo amé desde el primer momento.

Latidos,
ese ser ínfimo tenía un corazón,
un corazón que latía,
que le inundaba de calor,
que le quemaba las manos.

El calor, los latidos inválidos me conmocionaron.
Por un momento, fui Dios.
Tenía el poder de arrebatar la valiosa vida con mi mano.
Y en ese preciso instante... dejé de caminar.


Debí haberlo estrujado con mis dedos,
debí tirarlo al margen del camino,
debí abandonarlo a su destino.
Debí haber seguido caminando.
Pero paré
y me lo guardé con cuidado en el bolsillo.

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